VIVIR CADA DÍA
Adentrarme en el pensamiento poético de Luis Díaz-Cacho Campillo es uno de los placeres a los que he asistido con sumo interés.
Su verbo circula desde la nitidez de su pensamiento en favor del ser humano utilizando, como vehículo propio, la palabra.
La lectura de su poemario “Vivir cada día” (Ediciones C&G) ha puesto en alarma mis sentidos desde su primer poema, ya nos avisa, no obstante, su prologuista Antonia Cortés presentándonos a un poeta comprometido con la esencia del ser humano desde la palabra pero también desde los hechos.
El libro en sí es un alegato a la existencia, a la paz entre los hombres y mujeres de este mundo cada vez más insolidario, individualista e insatisfecho, a pesar de ser una generación que vive entre algodones si la comparamos con otras que nos precedieron.
Su poemario le identifica como un solanero de paz, un hombre justo y honrado como bien le define Luis Romero de Ávila en el epílogo.
El autor de “Vivir cada día” es un hombre de mentalidad abierta que nos deja constancia de una extrema preocupación, sincera, entre sus versos, un toque de atención al indivisible yo que habitamos a diario ante las circunstancias que nos son anejas mostrándonos registros de palabras vinculadas a la solidaridad, al dolor que nos supone afrontar sin miedos ese vivir cada día, y nos lo dice desde el esfuerzo que requiere la esperanza para abrir las pupilas de aquellos que atendemos a la letanía transparente de sus versos.
Cien páginas portando la esencia primitiva de su pensamiento henchido, si acaso, de responsabilidad ante la palabra humilde que trasiega e insiste en el valor que tiene y hemos de dar a cada segundo de existencia al lado de los nuestros.
“Vivir cada día” es un libro de poemas, el diario de un hombre de la calle que apuesta por el verbo amar ante la evidencia de un mundo ajeno al ser humano y está escrito a semejanza nuestra, lo evidencia las diversas cargas emocionales que ilustran sus palabras.
Bien has sabido definir a un hombre que es diálogo en esencia pura; hombre comprometido con la sociedad y sus llantos; hombre que no le tiembla la palabra cuando denuncia las tropelías y las desigualdades sociales. Claro defensor de los/as más débiles.
¡Enhorabuena!