Aún no sé la razón principal por la que sentí la necesidad de explorar la pasión por este determinado género literario.
Quise experimentar. Dar protagonismo, desde mi exigua formación en el mundo del teatro, a la palabra hecha verso y ponerla en boca de personajes ficticios sobre un escenario.
Quería saber del mundo interno e intenso que devora el pensamiento del poeta cuando está en plena ebullición su pensamiento y ha de enfrentarse incluso a sí mismo para obtener la rentabilidad que ha supuesto.
Partí, por curiosidad, hacia la generosa versatilidad que me ofrecía ese mundo y así fue cómo, animado por esa furtiva ilusión que siempre me invade, decidí inmiscuirme en otros derroteros más laboriosos que la poética a la que estaba acostumbrado, y comprometí mi tiempo para hallar el talento necesario y llevar a cabo mi propósito alternándolo, eso sí, con diversas lecturas, como ejemplo debo señalar la obra de D. Miguel de Unamuno “El otro”, entre otras.
Sé que padecería la indefensión del actor poeta, en propia carne, ante su propia soledad frente a sus adversarios que conminan a dejarle en ridículo ante un silencio absoluto, tan solo quebrado por la mecánica de su respiración.
Quería, entre bambalinas, estremecerme por la reacción de un público, en esta ocasión, no lector.
La obra de teatro “De mí, cuando yo muera” puede que haya nacido de ese romanticismo diáfano, legible a todas luces, tan creativo y ceremonioso que heredara, por aquel entonces, de esas lecturas a las que me abandonaba: Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro, Miguel Hernández, Alberti como poetas y entre otros, el autor de «Los episodios nacionales», D. Benito Pérez Galdós.
Por vez primera, en mi vida, pondría una pequeña obra de teatro sobre un escenario y ante la interpretación que hicieran de la obra los actores y actrices, la valorarían in situ. Ese riesgo no lo he sentido jamás a la hora de publicar un libro de poemas.
Medí cada palabra del personaje central y también la de cada uno de sus contrarios. La experiencia fue agradable, por lo que tiene de creatividad, y un tanto amarga por su encolerizado contenido.
La vida que representamos todos los días tiene, también, estos ingredientes.
Obras escritas:
- De mí, cuando yo muera.