
Saludos.
Me llamo Juan José Camacho Quintana. Nací en la “Muy leal y Heroica” ciudad de Valdepeñas el día dos de setiembre del año 1956 y desde los dos años de edad resido en Basauri (Vizcaya).
Desde muy joven sentí la magia de la palabra inmiscuirse en mis cuadernos gracias a la pasión que ponían los diferentes profesores, sobre todo los de literatura.
En ellos veía representados a los poetas protagonistas de versos que anidan aún en mí por muy lejos que de aquel tiempo se encuentren.
Mis primeras lecturas poéticas y ripios propios, acompañaron mi edad temprana hasta pasados aquellos años donde la juventud deja atrás la pubertad.
Bullía en mi interior la necesidad de definir, a mi manera, aquellos sentimientos que me acorralaban y obtuve el beneplácito que nos ofrece como resultado la terquedad pero, eso sí, de la mano de los versos de cuantos poetas tuve y tengo aún el gozo de leer y seguir leyendo.
Por ello tomé la decisión de comprometerme con la palabra escrita entre los años finales de la segunda década y los primeros de la tercera.
Fue un extraordinario recorrido por diferentes tertulias y asociaciones como la Asociación Artística Vizcaína en Bilbao donde conocí a personas que llevaban tatuado en su haber el ADN de la palabra.
Durante un tiempo asistí, después de terminada mi jornada laboral, al taller de escritura que dirigía en Algorta, por aquel tiempo, el escritor Ramiro Pinilla.
Fueron tiempos de introspección y análisis donde las personas condicionaron, de un modo u otro, mi fervorosa pasión por el verso.
Personas que nos dejaron la esencia del buen hacer, como el poeta Pablo González de Langarica y el entrañable Rafael Pedro de Azqueta que nos dejó en herencia la filosofía de sus hechos y con el que tuve el privilegio de mantener diversas tertulias.
La poesía me ha traído desde el ayer hasta hoy y aquí me tienes, estimado lector. Tú tienes la última palabra.
«El poeta tiene lo que ante sí, ante sus ojos, oídos y tacto, aparece; tiene lo que mira y escucha, lo que toca, pero también lo que aparece en sus sueños, y sus propios fantasmas interiores mezclados en tal forma con los otros, con los que vagaban fuera, que juntos forman un mundo abierto donde todo es posible».
María Zambrano.