

EL CANDIL, EN MI MEMORIA
“El Candil” lo fundamos un grupo de veinteañeros -con otros poetas y poetisas de mayor y menor edad-, algunos procedentes del previo asociacionismo cultural, incluso compaginándolo por un tiempo.
Nos movía el sueño idealista de aunar la amistad con el amor a la literatura. Y tuvimos la voluntad y la energía necesarias para hacerlo realidad. Parafraseando a Antonio Gala (“el amor es eterno mientras dura”), “El Candil” fue bello mientras duró. Sabemos que el amor y la belleza, incluso si son efímeros, no se olvidan. Por ello esta experiencia ha quedado, en uno u otro grado, en el recuerdo de las y los poetas: las tertulias (viernes por la tarde), los recitales (el primero en la casa de la cultura de Basauri, en el que padecimos, cómo decirlo, “neurosismo”), invitación y presencia con nosotros de algún autor muy relevante, presencia nuestra en las radios, la puesta en marcha de una revista de un solo número y otros eventos, actos y camaraderías que dan para un glosario y singulares anécdotas que guardará la memoria de cada cual.
De esa agrupación literaria basauritarra han surgido autores de poemarios, obras de teatro, novelas, libros documentales, recopilación y ensayo de leyendas y mitos, y artículos y columnas periodísticas. Pero sobre todo amistades que han perdurado con una u otra intensidad según los momentos.
Para terminar, quiero homenajear a dos personas que nos abandonaron jóvenes: al gran amigo Domingo Guerra de la Flor y a la gran amiga María José Rivas, a quienes tanto hemos echado de menos. Allá donde estén, reciban mi saludo y vuestro saludo, amigas y amigos de “El Candil”.
—Miguel Ángel Manjón—


LA LUZ DE “EL CANDIL”
En varias ocasiones, en diversas secciones de esta web, he hablado, siempre someramente, de la Agrupación Literaria El Candil, que con sede en Basauri (Bizkaia) se mantuvo en activo durante algunos años y a la que tuve el honor y la buena fortuna de pertenecer.
Nos reuníamos los viernes por la tarde. Hablábamos de poesía, de relato, de autores, de autoras, de poetas desconocidos y de poetas célebres, debatíamos, presentábamos nuestras creaciones, publicábamos trabajos, a veces abríamos las puertas y organizábamos eventos humildes, pero intensos, dirigidos a la población, a los vecinos y vecinas que quisieran acercarse. Manteníamos contacto más o menos cercano con otras asociaciones, como La Galleta del Norte…
Siempre es un riesgo nombrar a miembros de un colectivo, pues resulta prácticamente inevitable dejarse a alguno en el tintero, y más después de treinta años, pero pidiendo disculpas a los que me pueda olvidar, deseo citar aquí a los que mi memoria recuerda: Juan Camacho, Miguel Ángel Zorrilla, Imanol Bueno Bernaola, Ana Molano, Mari Carmen Ortega, Isabel Hoyo, Pilar Ortega, Ángel Román, Iñigo Hernández, Miguel Ángel Manjón, María José Rivas, José Antonio Botas, María Luna, Domingo Guerra de la Flor, José Bach, Miren Bego (tampoco recuerdo el apellido), Mª Cruz Cuesta…
El Candil desapareció un día. Cosa que pasa en muchas asociaciones. Pasó a ser un recuerdo amable, emotivo, entrañable, que siempre estuvo ahí como un tiempo en el que aprendí mucho, en el que disfruté mucho y en el que conocí a personas que, en una u otra medida, me enriquecieron. Varios de los libros publicados en su momento por autores de El Candil han permanecido, y permanecen, en mi biblioteca. Ah, y dos candiles de los que se hicieron en su día como emblema del grupo cuelgan en las paredes de mi humilde jardín riojano.
El principal motivo de estas líneas no es hablar de lo que El Candil fue, sino de que su llama, por alguna extraña y maravillosa razón, nunca se apagó del todo, al menos en la memoria y en el corazón de algunos de sus miembros . Hace unos pocos meses, Imanol Bueno Bernaola contactó conmigo por Messenger. A partir de ahí, nos pusimos un poco al día por este medio. Él acababa de publicar su poemario La nieve cubriendo el patio, publicado por la prestigiosa editorial Valparaíso. Le realicé una entrevista para mi sección Charlando con… Pero no encontrábamos el momento de coincidir personalmente. Por él supe que Juan Camacho y Miguel Ángel Manjón seguían viéndose regularmente y que continuaban con inquietudes poéticas.
Esta misma semana, concretamente el pasado jueves, se rompieron tres décadas de separación, de no vernos, de no estrecharnos las manos, de no escuchar nuestras voces en vivo y en directo. Fue algo sencillo. Tan sólo estuvimos Juan Camacho, Imanol Bueno y yo. Miguel Ángel Manjón, que también había prometido su presencia, tuvo un imprevisto de última hora y no pudo protagonizar este reencuentro. Mi mayor sorpresa fue sentirme como si el tiempo apenas hubiera pasado, como si tres décadas se hubieran quedado en tres meses. Éramos los mismos, con nuestros años a cuestas, con las huellas del tiempo en los rostros, pero eso pasó inadvertido. De pronto, la llama de El Candil, como avivada por la brisa de los buenos tiempos, iluminó nuestro encuentro y calentó nuestra conversación. Nos sentimos cómodos, y ése es un síntoma inconfundible de que todo marcha bien.
Personalmente, el reencuentro se vio embellecido por la presencia de Idoia Mielgo Merino, mi compañera de vida en todos los sentidos, literatura incluida. Su pasión literaria es la poesía, su poemario Tú en mis palabras, publicado por Olé Libros el pasado diciembre, así lo atestigua. Por ello, por su faceta y su amor por la poesía, enseguida contactó con Juan y con Imanol. Compartimos comida y sobremesa. Minutos sosegados, de ésos que abren compuertas, facilitan confidencias y diseñan futuros esperanzadores.
Creo que este reencuentro no fue algo fortuito ni puntual. Imanol tiene un gran poemario (el antes citado), Juan Camacho también tiene un poemario nuevo, Y volverá el hombre, del que también subí una noticia en esta web, Miguel Ángel Manjón tiene un proyecto muy interesante… E Idoia, que me confesó haberse sentido acogida y en sintonía con mis antiguos compañeros “candileros”, seguro que aportará una visión y una ilusión nueva y fresca a lo que de aquí en adelante pueda surgir, si es que llega a hacerlo.
No puedo anticipar si este feliz reencuentro será capaz de germinar un contacto más asiduo, algún proyecto compartido, una relación más regular e intensa. Ahora sólo me quedo con la alegría de este abismo vencido, de este puente cruzado, de que El Candil conserve prendida una pequeña, pero sincera y sana llamita.


EL CANDIL Y DOMINGO GUERRA FLOR
Madrigal de la Vera 1950 Bilbao 1995.
Ese recóndito pueblecito ubicado en la ibera provincia de Cáceres fue testigo del nacimiento del poeta Domingo Guerra de la Flor. Un hombre lleno de ilusión y de sentimientos profundos e imperecederos por la magia de la palabra y la justicia, virtud que llevaría consigo hasta alcanzar el terreno sublime de la ensoñación donde solo la palabra queda.
Como si de un testigo se tratara, la palabra de Domingo Guerra de la Flor huele a tierra, a manos laboriosas y a libertad. Algunas personas no llegaron a sentirle cerca cuando aún su palabra vibraba buscando cobijo en la sosegada conciencia de nuestra sociedad.
Alegre, pero metódico en su quehacer literario, este gran humanista supo distinguir el buen camino de entre otros tantos y surgió desde la nada con la que se nace hasta la cima del patrimonio más codiciado por el hombre, aquel que solo la literatura es capaz de otorgar a quienes, como Domingo, sacrificaron su tiempo por y para los demás.
—Juan Camacho—


EL COLOR EN LOS PINCELES DE JOSÉ BACH RIU
José Bach Riu 1928 Berga, Cardona 2008
Conocí a José Bach Riu en Bilbao, en una tarde de poemas donde los versos se abrían paso entre el silencio de los asistentes a la tertulia de los martes en el piso que tenía como sede la Asociación Artística Vizcaína.
El perfil de este hombre bien lo define, en su justa medida, el significado que le da a la palabra amistad, la Real Academia de la Lengua Española: “afecto personal, puro y desinteresado compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”.
José Bach, entretenía su facultad genuina de saber escuchar con aleatorios silencios que parecían ser gobernados desde la distancia misma de su pensamiento. Pintor autodidacta asistía a esas tertulias porque en ellas sentía que la palabra le llenaba de satisfacción tanto como la pintura.
Recuerdo que tenía el estudio en el casco viejo bilbaino y más de una tarde nos reuníamos con él para contemplar la transformación del paisaje enclaustrado entre los bordes rectilíneos de sus cuadros.
A José Bach le brillaban las pupilas cuando abría la puerta de su estudio y nos encontraba en el descansillo, la atmósfera que lo envolvía evidenciaba la alquimia elaborada para obtener ese determinado color que demandaban los últimos detalles de su creación artística.
Fue un paisajista comprometido con la naturaleza de la tierra que le vio nacer y tambien con Bilbao, inmortalizando sus puertos, montañas y valles como dejó patente en varias de sus obras.
Decir que tuve el privilegio de ser plasmado en lienzo por sus pinceles y ese don del que nunca hizo gala, ni como pintor ni aún como rapsoda. — Me encantaba cuando recitaba el poema “El Piyayo” de José Carlos de Luna— Cuando lo interpretaba, hasta el silencio enmudecía y dejaba en el ambiente el eco sonoro de su palabra inundando los sentidos de los que le escuchaban.
Fue el autor de nuestro logo como agrupación literaria “El Candil” y uno más dentro de la agrupación. Desde estas líneas dejo constancia de que pasó entre nosotros, un hombre bueno y solidario que nos dejó, como herencia, su impronta como testigo.
Ver bocetos a carboncillo
—Juan Camacho—


LA POESÍA EN BIZKAIA -En el último tercio del S. XX-
No es mi intención hacer un análisis exhaustivo de la evolución de la Poesía en Bizkaia en estos últimos tiempos, y voy a centrarme en el último tercio del siglo pasado. En lo que va de este S. XXI han surgido una serie de asociaciones, algunas minoritarias, que afortunadamente acogen y animan a todo aficionado a esta hermosa parcela literaria. Habrá tiempo y espacio para referirse a éstas en otra ocasión.
En mi último libro «Vida en poesía», entre otras cosas conté la historia de algunas que directamente me influyeron fomentando mi afición en mis inicios y siendo mi soporte y escuela en toda mi carrera poética.
Empezaremos citando el taller literario La Galleta del Norte, que en Baracaldo realizaba una intensa actividad, con nombres muy reconocidos en el mundo de la Poesía, tales como Josu Montero, José Blanco o Karmelo Lakalle, con reuniones de dos veces a la semana, escribiendo de manera colectiva. Organizaban recitales y además tenían una revista en la que plasmaban sus creaciones. Desde 1983 en que se fundó tuvo una vida de unos 20 años.
La Asociación Artística Gerekiz, con Juan Azpitarte al frente, en su céntrico local de la calle Sombrerería en Bilbao con sus tertulias y persistentes publicaciones. Fundada en los años ochenta.
El colectivo Poetas por su pueblo, creado en 1975, en principio con aquellos murales poéticos en las paredes del inicio de la Gran Vía bilbaína. En 1978 publicaron tres números de la revista Yambo y desde 1979 la prestigiosa revista Zurgai, siempre con el inolvidable Pablo González de Largarika al frente.
Capítulo aparte me merecen, por mi implicación en ellas, estas tres siguientes asociaciones:
Agrupación Literaria El Candil creada en 1987, que desarrollaba sus actividades en el Aula de Cultura de Pozokoetxe, en Basauri. En su Primer Certamen Nacional de Poesía, que ganó el poeta madrileño José Luis Vázquez, tuve el honor de ser parte del Jurado junto a los poetas Javier de Bengoechea y Gregorio San Juan, para mí inolvidable, como lo ha sido mi amistad con dos de los principales responsables de esta agrupación: Juan Camacho y Miguel Ángel Manjón. Editaron algunos libros en poco tiempo.
La creación en 1973 de la Sociedad Poético-Literaria Aralar a través de un concurso en la Hoja del Lunes de Bilbao, fue una plataforma en la que nos dimos a conocer muchos poetas hasta entonces casi desconocidos. Solo duró dos años la andadura, nos dividimos, unos fueron por una parte formando lo que sería el colectivo Poetas por su pueblo y los otros nos unimos a la Asociación Artística Vizcaína que en 1975 estaba compuesta solo por pintores, con sede en la calle Jardines número 10 de Bilbao y desde entonces caminamos formando un colectivo entre exposiciones de pintura, tertulias, recitales, ediciones de libros y concursos varios. En los años ochenta fue tan grande el apoyo de las emisoras de radio locales, que unido a nuestro paso con las tertulias en el Café Boulevard, esta asociación gozó de un esplendor formidable.
Como dije al principio, en los últimos años han surgido nuevas asociaciones poéticas y esperamos que la Poesía siga viva en Bizkaia.
—Fernando Zamora—