María del Mar Muñoz Codorníu fue para Juan Alcaide la hija que nunca tuvo. Esta niña que convivió con él, con su madre y con su tía durante cinco años, desde 1944 hasta 1949, llenó de luz y de alegría la casa familiar y la existencia del poeta. Hija de Carlos Muñoz, uno de sus grandes amigos, aparece en la vida de ellos casi por una broma. Cuando el poeta con asiduidad se quejaba que nunca tendría hijos, Carlos Muñoz bromeaba diciéndole que el próximo que tuviera con su esposa Pilar Codorníu, se lo mandaría a vivir con ellos.
Es tanto el apego que le tienen a la niña que hace la Primera Comunión en Valdepeñas, ella sola, en el Altar Mayor de la iglesia de la Asunción, acompañada por la familia adoptiva un siete de septiembre.
La amistad con la familia y la inclinación por la niña venía de lejos, no en vano el poeta viaja a Barcelona en 1940 cuando esta apenas tiene unos meses a conocerla y ahí nos dejó la única foto de Alcaide al borde del mar. Incluso le escribe un poema titulado “Versos a M.ª del Mar” que incluimos al final del texto. Un poema que ella guarda con celo muchos años, firmado por el poeta y creyendo que era inédito, pero que por avatares de la vida fue recogido años antes en la antología que publicó Doncel en 1976, con gran decepción para ella.
La vida de la niña transcurre feliz en Valdepeñas, M.ª del Mar se siente una más de la familia y por su cabeza no pasa volver a Barcelona con su familia biológica. Ella recibe afecto, educación y enseñanzas del propio Alcaide, hasta que llega la fatal noticia: ¡LA NIÑA TIENE QUE REGRESAR! El motivo de Carlos Muñoz, padre de María del Mar para llevársela, pudo ser el temor al contagio de la tuberculosis que en esas fechas ya padecía Alcaide.
Ante tal circunstancia la tristeza y la desolación abaten al poeta y a través de Mª del Mar sabemos que se le escuchó decir: “si se llevan a la niña, yo ya no quiero vivir”. A los dos años de la separación, muere. También por carta a su gran amigo Jaime Muñoz, le confiesa: “Esto es duro, pero es así; el diablo se ha metido por medio; es el mal que nos hacen, que dice Benavente”. Y aunque Alcaide no es muy explícito, “El mal que nos hacen”, según criterio de Jaime destinatario de la carta, parece aludir al hecho que comentamos: haberle quitado a María del Mar, su ahijada, cuando más la querían.
Una vez muerto Alcaide, ella ya reside en Barcelona y recuerda cómo llega un telegrama desde Valdepeñas, donde escuetamente se anuncia: “Juan ha muerto”. Sus padres se muestran horrorizados por la noticia, pero no intentan asistir al funeral. Al parecer la relación en los últimos años entre los dos amigos, estaba muy deteriorada. Es en el primer aniversario de la muerte cuando gran parte de los hermanos se desplazan a Valdepeñas para estar presentes en la misa- funeral celebrada en la iglesia de Nª Sra. de la Asunción. Allí Mª del Mar recibe las condolencias y el cariño de muchos amigos, de su estancia en Valdepeñas.
Hoy, junio de 2017, con 77 años de edad y una salud muy frágil, aún se siente valdepeñera. Ella jamás pensaba volver a Barcelona. Y aunque todavía quedan discípulos que la conocieron, ella es la única conviviente viva que queda del maestro.
Quizás Valdepeñas no ha sabido apreciar la importancia y el valor emocional y afectivo que esta niña tuvo para nuestro poeta y como pasa en muchas ocasiones las muestras de agradecimiento hacia su persona de forma oficial, nunca se han producido. Tan solo algunos discípulos y amigos del poeta, de manera personal han mantenido relación amistosa con ella.
A ella y a mí nos une la devoción por el más grande poeta que ha dado nuestra ciudad y de ello ha fructificado una sólida amistad. Faltaba este pequeño homenaje a nuestros tres años de relación cordial. Deseaba que fuera el colofón que diera carpetazo a esta serie de cinco textos que han aparecido en los medios de comunicación, para dejar memoria de esa relación entre poeta y niña, relación que mantuvo al escritor en un estado de plenitud, que seguro condicionó y transformó su inquietud creadora.
Versos a María del Mar
Para la dulce niña que como nombre tiene
la gracia de la Virgen y el espejo de Dios:
Que la paz la remanse con su brida de nieve,
que la fe la reanime con su troncho de sol.
Que pase por las sendas derramando mercedes;
que siempre le amanezca sobre su corazón;
que los astros le enjoyen las conchas de las sienes;
que todas las alondras mimen su alrededor.
Que tenga una esperanza con la que siempre juegue;
que en sus juegos no olvide la más divina voz,
y que…, para salvarse de soberbios troqueles,
sepa su monedita de un poco de dolor.
Tomás López Fdez-Sacristán
Alcaide en la feria con M.ª del Mar y Margarita