Hay una mano escondida aún en España que sostiene tenazmente su índice señalando. Es una mano desnuda, desarmada, pero obediente a la cabeza que la gobierna. Una cabeza enquistada por el rencor que ha tiempo atrás despertara en su conciencia.
El ser humano, cuando nace, recoge su voz del tiempo y después de haber vivido, la orilla donde él reside. El tiempo es quien traza, pues, el designio de toda persona pero no nos hace responsables más que de la historia que protagonicemos durante nuestra efímera existencia.
Es por ello por lo que cada generación ha de cargar con sus muertos y ya que muertos están démosles sepultura eternamente y hagamos oídos sordos a los que, disfrazados de paloma, sólo como buitres planean sobre el tiempo en busca de carroña.
Nuestras personalidades políticas y eclesiásticas, que para mi sólo son personas, luchan – trabajan – porque la paz sea el camino que nos lleve a un mejor entendimiento entre nosotros mismos, pero esta hermandad no puede darnos un fruto sano si las raíces del árbol pertenecen al tiempo pasado; ha de plantarse ahora, en tiempo presente, para que sea nuestra generación quien disfrute de nuestra revolución pacifista.
La sociedad ha cambiado, eso lo sabe España y sus autonomías y lo saben también las autonomías con su alto porcentaje de personas en ellas no nacionalistas, los únicos que parecen no saberlo son precisamente los que nos representan: se les llena la boca de pasado homenajeando a diestro y siniestro cuando está el presente que es hoy, esperando qué hacer con mañana que es el futuro.
El tiempo pasado nos trae a nuestro indio-español el poeta César Vallejo que ve cómo Dios tampoco sirve como punto de referencia válido en la busca de la armonía y nos alerta con estos versos:
¡Cuídate España /de tu propia España/ Cuídate de la hoz sin el martillo / cuídate del martillo sin la hoz / Cuídate de la víctima a pesar suyo / del verdugo a pesar suyo y del indiferente a pesar suyo / Cuídate del que / antes de que cante el gallo / negárate tres veces / y del que te negó después / tres veces / Cuídate de las calaveras sin las tibias / y de las tibias sin las calaveras / Cuídate de los nuevos poderosos / Cuídate del que come tus cadáveres / del que devora muertos a tus vivos / Cuídate del leal ciento por ciento / Cuídate del cielo más acá del aire / y cuídate del aire más allá del cielo / Cuídate de los que te aman / Cuídate de tus héroes / Cuídate de tus muertos / Cuídate de la república / Cuídate del futuro…!
Cuidémonos, pero sigamos construyendo nuestro futuro desde el presente. Sin olvidar el pasado. Sin invocarlo.
Juan Camacho, escritor y cofundador de Ibai Literario