Comienzo un año más asomado al folio en blanco que me ofrece la pantalla del ordenador.
Son las nueve de la mañana y deambulan, con torpeza, las primeras ideas náufragas asomando su increduilidad desde el pensamiento.
Detrás de este día 1 de enero de 2022 hemos dejado multitud de elucubraciones respecto de un virus que nos ha tenido entretenidos durante un segundo año consecutivo, esperemos que el resultado final de esta “pandemia” sea el que todos esperamos y la normalidad , tan deseada, deje de habitar la utopía.
Tengo, por otro lado, un firme propósito para este año: rebelarme contra mi propio proceder y abrir la mente, aún más, a las nuevas tecnologías para aspirar, como poco, a asimilar una pequeña parte de sus enigmáticos y confusos jeroglíficos para hacerme entender y utilizarlos en un mundo cada vez más complicado para nuestra generación. Aún recuerdo aquellos años cuando amartillábamos el teclado de las máquinas de escribir.
Ciencia y tecnología van de la mano pero desdeño de esa afirmacion, creo que va más adelantada la tecnología. Sea como fuere, asistimos al presente con una información, hiper saturada que, más que ayudar, lo que hace es acrecentar nuestras dudas.
De momento me conformaré con asistir diariamente a clase, eso sí, sin hacer piras.