La educación: ser o no ser

Nuestro saber reside en la paciencia diaria con la que, parsimoniosamente, leemos y a veces releemos el virginal libro que abrimos a nuestros ojos. Nuestro quehacer, sin embargo, yace incorrupto sobre el sofá en ese lamentable estado al que, algún día, llegaremos a adoptar eternamente. Nada le ofrece la vida a quien presume de saberlo todo y por contra, todo lo recibe quien sacrificándose, invierte su interés en hallar respuestas a sus preguntas.

Un nuevo curso abre sus puertas a nuestro alumnado, ciertamente más severo que lo fuera el anterior pero la competitividad entre el yoismo y el entendimiento está manifiesta; habrá quienes convencidos de su inteligencia, esquiven las dificultades que siempre entraña una primera exploración lectiva del profesorado sobre cualesquiera materias a tratar y quienes, aletargados en la miserable desidia, no encuentren interés alguno que les motive sobre la explícita pizarra. De aquí la incógnita que nos ha de señalar nuestro particular designio, ser o no ser. El fastuoso ser que nunca llegamos a conocer y el no ser que la vida se empeña en demostrarnos.

Tener conocimiento de todo lo que causa alta o baja en nuestra sociedad, a la que por entero nos debemos ya que somos carne de su carne, enriquece nuestro patrimonio intelectual y es un salvoconducto, a nuestro nombre, para traspasar cualquier umbral que nos aleje de la mediocridad. El conformismo o la pasividad es un lúgubre camino hacia la desesperanza y contribuye, sobremanera, a nuestra inestabilidad psíquica, cuando no emocional por cuantas puertas hallamos, a nuestro paso, más cerradas que abiertas, cuando por vez primera, abandonadas las aulas, intentamos numantinamente la incorporación al mundo laboral. Así, los padres, han de representar y desempeñar el ser al que anteriormente hice referencia para que sus hijos no caigan en la acomodaticia tentación del no ser, con todo lo que, ya sin filosofía, ello implica.

Trabajar es una de las más importantes necesidades de la persona ya que el aporte económico recibido a cambio, soluciona de inmediato muchas de nuestras necesidades, porque todo a lo que asistimos gira en derredor de la economía…demos pues, razón al proverbio, si no tienes un duro no te hace caso nadie. El dramatismo de este dicho popular llega cuando deja de ser canción. Quede, pues, sobreentendido que no todos tenemos un coeficiente intelectual más que digno para acceder a la universidad y desde dentro alcanzar una posición de privilegio. No olvidéis que el privilegio se acaba cuando recibimos el título y nos enfrentamos al desafío de nuestros propios compañeros por conquistar ese espacio de libertad proporcionada por un empleo.

Todo trabajo realizado ha de tener una compensación económica acorde con los conocimientos y destreza del trabajador. Esto es una utopía, basta sólo con pasearse por las postrimerías empresariales de las que usurpan ilegalmente los derechos más fundamentales del trabajador enriqueciéndose de este modo a cuenta de: la desinformación, ingenuidad y necesidades de éste. Estudiantes de BUP, COU y los que, con el sacrificio de vuestros padres, peregrináis por las diferentes aulas de la universidad, tened siempre en cuenta el significado de: ser o no ser. He ahí vuestra elección.

Juan Camacho. Escritor y cofundador de Ibai Literario

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