01.- Aporte, en un máximo de 10 líneas, un breve resumen de su biografía.
Nací en Bilbao, en 1958, concretamente en el barrio de Txurdinaga, cuando éste lo formaban caseríos, txakolis, pequeñas barriadas obreras y muchas huertas. Estudié bachiller en el colegio Berrio-Otxoa, de Santutxu. Comencé a trabajar a los quince años, como aprendiz de delineante y chico de los recados, en un estudio de arquitectura. Me libré, para mi dicha, de la mili. Luego trabajé de dependiente y después de comercial. En 2002, debido a una dolorosa lesión de espalda, decidí intentar vivir de las letras. Con épocas mejores que otras, mucho esfuerzo y mucha constancia, puedo decir hoy que lo conseguí. No quiero decir que viva de mis novelas, porque no es así, pero la literatura me permitió tocar el teatro, los guiones, los proyectos culturales… Entre 2009 y 2014 tuve una productora audiovisual. Quizá con más talento y más planificación podría haber tenido más éxito, pero no me quejo. Me siento orgulloso de mi currículum.
02.- Qué le ofreció la literatura, y en qué año, al joven José Luis Urrutia para implicarse — de lleno— en el estudio de los diferentes géneros literarios y hacerlos suyos y cuál fue la razón determinante que le empujó a decidirse por escribir.
La literatura me ofreció, desde muy pequeño, la oportunidad de viajar con la imaginación, de conocer lugares, gentes, paisajes y costumbres, sin moverme de casa. Todo ello llegó de la mano de mi abuelo materno, Isidro, que tuvo la habilidad de inculcarme la pasión por la literatura como un juego, como una actividad más de mi día a día.
Con el tiempo, esa afición-pasión me aportó cultura, conocimiento, estabilidad, inquietud por descubrir nuevos autores y autoras, nuevos estilos, nuevos géneros, diferentes temáticas, algo que supuso, y sigue suponiendo, una aventura fascinante. No puedo concretar un año. Fue una evolución de diferentes etapas, con circunstancias particulares en cada una de ellas. Digamos que, desde mi adolescencia hasta hoy, la literatura ha sido una constante en mi vida.
La razón determinante que me empujó a escribir (algo que llegó bastante después de leer) fue la necesidad de plasmar en papel sentimientos que en un momento dado me saturaban el alma. Fue allá por mis quince o dieciséis años. No había deseos de compartirlo con nadie, simplemente sacarlo fuera, mas no como un intento de desecharlo, sino más bien de aliviar la «fiebre interior» y conservar el sentimiento en un papel. Esa primera experiencia fue algo puntual, que fue derivando en una actividad más frecuente sin llegar a ser del todo regular. En 1981 publiqué un humilde poemario, que tenía bastante más de ilusión que de calidad. La decisión de dedicarme a escribir «en serio» llegó muchos años después.
03.- Cuéntenos bajo qué género literario escribió su primera creación y de qué tema trataba, si se acuerda. ¿Podríamos dar por hecho que los asuntos amorosos junto a la poesía son los que más auxilian en los primeros pasos al escritor?
La experiencia que narro en la respuesta anterior fue mi primera creación literaria. Se trataba de un poema. Su tema vino inspirado por un día pletórico de emociones en el monte Txarlazo. Hablaba del sol, del cielo, de la naturaleza, de la belleza de los sonidos naturales…
Sí, en mi caso, la poesía y los asuntos amorosos corrieron de la mano en mis primeros pasos por la escritura. Pasos impulsivos y titubeantes, por cierto.
04.- Libros que haya editado e inéditos. ¿Recomendaría la autoedición?
Hasta la fecha llevo diez novelas editadas bajo diferentes sellos editoriales, una publicada en Amazon, y dos poemarios, el último publicado recientemente. Inédita es la segunda parte de El camino a tu puerta, que se encuentra actualmente en manos de varias editoriales. Fuera de esto, tengo un par de novelas empezadas y alguna idea por ahí que de momento prefiero mantener a raya para no descentrarme. También tengo entre manos una nueva obra de teatro.
El tema de la autoedición es muy delicado, puede herir susceptibilidades y sería objeto de un debate largo y abierto. De primeras, no soy partidario de la autoedición. Considero que la cadena lógica es la siguiente: autor/a – editorial – distribuidora – librería – público. Todo lo que se salga de ahí ya me chirría. Como he dicho antes, es un tema para un debate largo, así que voy a esbozar mis principales impresiones, sin profundizar.
—Creo que en los últimos años se ha desatado una necesidad imperiosa por publicar urgentemente. Ello ha hecho que proliferen las editoriales de autoedición.
—Existen editoriales de autoedición que publican cualquier cosa, lo que las convierte en meras imprentas. Y en muchas ocasiones descuidando las ediciones (falta de correcciones, malas maquetaciones, etc.). Al mismo tiempo, hay editoriales de este tipo que sólo admiten textos que pasen un control de calidad y las publicaciones son dignas.
—El principal objetivo que he advertido entre quienes se decantan por este tipo de publicación (y conozco muchos casos) es ver su nombre impreso en la portada de un libro (preferentemente una novela, pues parece que es lo que más «renombre» proporciona). Es decir, que el fin máximo es definirse como «escritor» o «escritora». Recientemente he conocido un caso en el que una persona se presentaba así sin haber publicado nada, eso sí, se hallaba en la fase de documentación para una futura novela.
—Entre los diversos motivos que llevan a una persona a publicar en clave de autoedición también se encuentran la zozobra, la dejadez, el miedo de muchas editoriales tradicionales, que, por diversas razones, están limitando sus ediciones, descuidando en muchos casos las verdaderas funciones de una editorial, y optando por subirse al carro de los géneros de moda en detrimento de narrativas de calidad. A este respecto conozco de primera mano el caso de una editorial que en su día me confesó que prefería publicar (y de hecho lo hacía y lo sigue haciendo) novelas mediocres de un determinado género (de moda, por supuesto) antes que novelas geniales de géneros menos «vendibles». Muchas editoriales no admiten manuscritos, otras ofrecen plazos de respuesta eternos… Eso hace que muchos autores se desanimen, que no lo intenten. En defensa de las editoriales puedo decir que quizá el volumen de manuscritos recibidos sea exagerado y el porcentaje de obras con una mínima calidad bajo. Pero también digo que me parece sumamente triste que a la hora de valorar un manuscrito, algunas editoriales te pidan un formulario en el que, entre otras cuestiones, te preguntan por tu actividad en las redes sociales, es decir, cuántos seguidores tienes en Facebook, Twitter, Instagram, etc. Está clara la jugada, ¿verdad?
—No todo lo que se publica en autoedición es malo ni todo lo que se publica de manera tradicional es genial. He leído novelas autoeditadas de una calidad muy digna (de hecho, ahora mismo tengo una en mi mesilla de noche), y novelas de editoriales tradicionales que me ha costado mucho leer, es más, algunas ni me he molestado en terminarlas. Para concluir, considero que estamos viviendo un momento delicado y triste en torno al mundo de la edición. Muchos autores y autoras no se preocupan de prepararse debidamente, tan sólo buscan sacar libros y reconocimiento rápido. Muchas editoriales tradicionales están abriendo en paralelo líneas de autoedición, lo cual me resulta muy significativo de la atmósfera turbia que nos envuelve. Y no me voy a meter ya con el tema de los premios amañados, los éxitos editoriales escritos por «negros», y demás asuntos por el estilo, porque excede de la pregunta formulada, pero que están ahí y contribuyen a este totum revolutum que tanto daño está haciendo a la literatura, un daño al que contribuyen algunas librerías, incluso grandes cadenas de librerías, que para concederte una simple presentación te ponen como condición que garantices un mínimo de asistentes. Se está perdiendo el sentido, tenemos la brújula estropeada, el respeto hacia la literatura está comenzando a ser cosa de «raros».
—Pero no quiero dejar una imagen catastrofista. A todo lo anterior antepongo a todos los autores y autoras que escriben por el puro placer de escribir, que reconocen y defienden la importancia de un bagaje lector para afrontar la aventura de escribir, que trabajan sus obras con mimo; a todas las editoriales que se esfuerzan en mantener una línea seria y comprometida, que anteponen la calidad a la cantidad; a las librerías que abren sus puertas para algo más que para hacer caja. Y por supuesto a las lectoras y a los lectores que no se dejan arrastrar por modas ni propagandas, sino que mantienen una mentalidad crítica y abierta.
05.- Dígame el nombre de dos poetas de diferente sexo que le hayan marcado de por vida.
Creo que de por vida tan sólo hay un poeta que me haya marcado: Gustavo Adolfo Bécquer. Puede ser porque llegó a mis manos en una edad en la que yo era una esponja de sensaciones, emociones, puede ser porque Bécquer era inexcusable en la asignatura de lengua, pero considero que su impacto fue tan grande por la terrible intensidad de sus poemas, por su forma de decir, por su forma de expresar el dolor, la tristeza, la desolación, la amargura de ciertas esperanzas… Por su habilidad para conmover. Bécquer llegó a mi vida hace muchos años y aún sigue ahí, presente.
Ha habido más poetas (ellos y ellas) que me abrieron mundos nuevos, como los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Emily Dickinson, William Blake, Benedetti, Neruda, Alfonsina Storni, Ángel González, Aleixandre, García Lorca y algunos más. Pero marcar de por vida, tan sólo uno.
06.- Teatro, novela, poesía… ¿De dónde parte el control para saber si una obra queda perfectamente acabada y, sobre todo, ¿cómo saber si tiene la suficiente calidad como para presentarla al público? ¿Es una decisión que solo toma usted o quita y añade según el criterio de la editorial?
En mi caso, el remate de una obra, así como las demás etapas del proceso, parten en primer lugar del instinto. Más tarde viene la tarea de lectura; relectura; correcciones; modificaciones; si procede, un «enfriamiento» de la obra y, finalmente, de una meditada decisión.
¿Cómo saber si tiene la suficiente calidad como para presentarla al público? No existe, a mi entender, fórmula que garantice una completa seguridad. Para suplir esa falta está el autoanálisis sincero y también, una vez más, el instinto, las sensaciones que la obra produce. Presentar un trabajo al público puede constituir una osadía y al mismo tiempo un acto de filantropía.
La decisión final de presentar un trabajo al público me la arrogo yo. No lo tome como soberbia ni arrogancia. Lo hago así porque como «padre de la criatura» soy quien mejor la conoce y porque nunca publicaría algo en lo que no creyera del todo. Dicho esto, añado que mi relación con todas las editoriales con las que he trabajado hasta la fecha ha sido excelente, y que en todas mis novelas salvo en una hubo debates, sugerencias y cambio de impresiones, algo que estimo saludable y necesario. Lo raro es que la editorial no discrepe en algo, y ahí es donde entra en juego el punto de vista del editor/a y del autor/a. Siempre he estado abierto a escuchar y a modificar si lo veo acertado. Sin ir más lejos, la primera versión de El camino a tu puerta fue rechazada por la editorial, y al conocer las razones las acepté y me mostré conforme con ellas. Entonces me tomé mi tiempo (tres años), realicé algunos cambios (incluso más de los comentados por la editorial), la presenté de nuevo y fue publicada.
07.- A la evidencia se le tributa desde la honestidad. Me consta miles de horas de investigación como escritor de novelas de corte histórico. ¿Merece la pena el sacrificio realizado gozando de una mente tan privilegiada para la creación?
No sé si miles de horas, pero sí muchísimas invertidas en labores de documentación para cada una de las novelas de corte histórico que he publicado.
Por supuesto que el sacrificio merece la pena. Cierto que muchos días acababa ofuscado y con la mente nublada por la cantidad de datos anotados durante la jornada, pero ello no eclipsaba la felicidad por lo aprendido. La gran riqueza de documentarse, para mí, es lo que se aprende. Y en mí confluyen dos aspectos fundamentales: el gusto por aprender y la pasión por la Historia. De manera que todo mi esfuerzo, que era mucho, obtenía una recompensa superior.
Ah, y gracias por considerar que poseo una mente privilegiada para la creación. Pero debo decirle que una cosa es la capacidad de crear y otra bien diferente (necesaria y complementaria) la de tener las herramientas necesarias para hacer de esa creación algo serio, bien documentado, riguroso y honesto.
08.- Usted ha escrito más de cuarenta obras de teatro, ¿mantiene en sus obras el espíritu tradicional o prefiere que sus obras se nutran de una temporalidad rabiosamente actualizada para llamar la atención del público sobre las vicisitudes que le asolan día a día?
Cuando me propuse escribir en serio obras de teatro (incluyo teatro tradicional, microteatro, visitas teatralizadas, etc.) decidí que, salvo casos muy concretos, quería hacer reír a la gente o, cuando menos, hacerle pasar un rato divertido. Ya hay dramaturgos que tocan la rabiosa actualidad, que escriben para remover conciencias, para denunciar, para hacer reflexionar, y me parece genial, pues en la variedad está el gusto, pero hoy por hoy, el humor me tira, y si es un humor con algo de crítica social, con pinceladas de drama, mejor, pero siempre el humor como bandera. Para tragedias ya están los telediarios (y los dramaturgos griegos, por supuesto). Ahora, si en el futuro siento el deseo o la necesidad de escribir algo diferente no tendré el mínimo reparo. De hecho, tengo una obra intensamente dramática, que no se estrenó en su día y que (absoluta primicia) en estos momentos estoy adaptando para ser representada por dos actores.
09.- ¿Cree que las tertulias literarias interactúan en beneficio del futuro escritor o son efímeros espejismos donde se deja patente nuestra ilusa naturaleza creativa?
De todo hay. He tenido la suerte de asistir a tertulias enriquecedoras y a otras realmente patéticas. En este sentido, siempre me he congratulado, y cada día con más convencimiento, de haber sido miembro de la Agrupación Literaria El Candil, de la que usted fue presidente. Fueron años en los que descubrí que la poesía era algo más serio de lo que yo hacía, que existían personas que, quizá sin un gran talento literario-poético a la hora de escribir, tenían un conocimiento de la materia del que podía aprenderse mucho. Recuerdo aquellas tardes de viernes preñadas de poemas frescos, de inquietudes, de debates acalorados, de actividades. Aquella etapa fue crucial para mi trayectoria posterior.
Por desgracia, en estos tiempos que corren, me da la impresión de que mucha gente acude a las tertulias literarias para, permítame que emule a Umbral: «Hablar de su libro». Veo a mi alrededor urgencia por darse a conocer y poca exigencia en lo que se escribe, así como un corporativismo tan exagerado como falso, un exceso de halagos que sólo buscan ser correspondidos con la misma efusión (o mayor si puede ser).
10.- ¿Merece nuestra generación el mismo respeto que debimos a otras generaciones por transferirnos su inestimable conocimiento? Y, por otro lado, ¿atisba usted orgullo e interés en los destinatarios de nuestro patrimonio intelectual generacional?
A la primera cuestión permítame responderle a la gallega: ¿Por qué no? Siempre que nuestro trabajo, nuestra aportación, hayan sido sinceros, merecemos respeto. Otra cosa es que lo que hayamos hecho guste más, menos, o nada. Pero respeto, sí, por supuesto.
A la segunda cuestión lamento responder que no. El mundo, las modas, la tecnología, las costumbres, la visión de la vida, han cambiado tanto en los últimos años que determinados comportamientos relacionados con la literatura se han degradado. A los que pasamos de una cierta edad, a los que nos tomamos esto de escribir con una exigencia, un tiempo y una prudencia poco habituales en nuestros días, se nos excluye de ese universo en el que la improvisación, la inmediatez, el llegar lejos y de cualquier manera, se impone. Hace unos pocos meses, en una tertulia literaria, escuché lo siguiente: «En poesía, lo que menos importa es la palabra». Después de esto, en boca de alguien que se considera vanguardista y referente de la poesía actual, creo que lo que se puede esperar es bien poco.
11.- Dígame los nombres de tres autores representativos de la novela, el teatro y la poesía que considere, por sus obras, imprescindibles a nivel mundial.
Vamos por partes. Y que conste que es una criba muy exigente, demasiado exigente. Me obliga a dejar grandes nombres en el tintero.
Novela. Gabriel García Márquez. Agatha Christie. Julio Verne.
Teatro. Antón Chéjov. Tennessee Williams. Arthur Miller.
Poesía. Pablo Neruda. Mario Benedetti. Federico García Lorca.
12.- ¿Qué cánones de rigor impondría a la credencial de la palabra “poeta”?
No me considero con categoría ni con preparación para responder a una cuestión tan seria y tan profunda. Por no dejar la respuesta totalmente en blanco, diría que para ser poeta, lo mismo que para ser escritor (de cuentos, relatos, microrrelatos, novelas…) debe primar un absoluto y sincero respeto por la literatura, algo que, a mi entender, se está perdiendo en los últimos tiempos. Y perdone por ser reiterativo en este aspecto.
13.- “Entre lobos y sirenas” es el título que luce su último poemario. Da la sensación de que cuanto usted toca se acopia de un fulgor que, cerrado el libro, se desvanece. Diría que prima más la belleza constante que adquiere cada palabra escrita que la imagen seductora que me ofrece como lector. ¿A qué razón obedece tanta pasión y ternura?, ¿se definiría como un romántico?
Comenzando por el final, sí, me definiría como romántico. Creo que siempre lo he sido, y también que con la edad ese romanticismo se ha hecho más interno, más real, más sincero, pese a camuflarse, a menudo y de cara a la galería, bajo ropajes de distanciamiento o frialdad. La pasión y la ternura que atribuye a mis poemas forman parte de ese romanticismo. En Entre lobos y sirenas el romanticismo, la pasión, la ternura, y también la rabia, la desesperación, la esperanza, cobran una fuerza especial, puesto que todo el poemario toca un mismo tema: la relación con una persona que ha sido clave en mi vida.
Las sensaciones que mis poemas puedan provocar en los lectores es algo en lo que procuro no pensar, puesto que el pudor me hace sentirme inseguro y nervioso. En cada verso intento plasmar la emoción que motivó el poema o, por mejor decirlo, lo que podía ser un poema. Suele decirse que cada lector y cada lectora recibe de diferente manera cada poema, y estoy de acuerdo con ello. Quizá en ello resida la grandeza de la poesía: que penetra en cada uno de nosotros hasta diferentes profundidades y nos despierta sentimientos muy personales.
14.- Defina la disciplina de su poética.
La misma que en el resto de los géneros que toco: respeto, libertad a la hora de crear y exigencia a la hora de pulir. Y ausencia de prisa para terminar y menos aún para publicar.
15.- Valore esta entrevista y rubríquela.
Me ha parecido una entrevista muy exigente, lo que me parece plausible. Me ha obligado a meditar muy bien las respuestas. Se nota que detrás de cada cuestión hay alguien preocupado en extraer lo máximo posible de la persona entrevistada. Le agradezco sinceramente que se haya acordado de mí.
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