HE ANUDADO LOS DÍAS DE MI CAUTIVERIO
He anudado los días de mi cautiverio
y por no sofocarme,
mitad adormecida
he esperado tu regreso…
en esta noche acicalada en tulipanes.
No sé, si antes o después de vencerme al sueño
delinquí tu nombre
sobre el lecho nupcial y anónimo
de una conocida calle.
Recuerdo,
que nuestros barros encendidos
escalaban
impertérritos
hacia la cúspide blanquecina de una luna
escalonada;
y tu lengua invertebrada
lamía y relamía —extasiada—
mi savia derretida.
Más tarde,
el delirio de un silencio fúnebre
nos fue limitando:
besos, manos y cuerpos…
y así sentí entumecerse mis senos
al frío intenso
que me produjo
tu última palabra.