EL TIEMPO PASA
El tiempo pasa
ensombreciéndonos con su túnica roja
encendida tea que ilumina nuestro sino,
…y al alba rompe su silente pensamiento,
abrazándonos al unísono compás de un bello trino.
Todo en el amor es taciturno
-por ello espero, doblegado, la respuesta-
No ama más, quien se siente más amado.
Ni se abraza, esperando la fusión del otro cuerpo.
El tiempo pasa la noche a nuestro lado
se cobija al calor de nuestros cuerpos,
desayuna con nosotros,
come y cena
y nos lleva de la mano ante el espejo.
El tiempo es grato
a los ojos de un bebé recién nacido
y a la antingua usanza
evocamos a ese Dios, amigo nuestro,
cuando no sirve de nada el lilimento
y observamos que la piel ha envejecido.
Tiempo, amor, palabra y sentimiento.
Hay algo que sobra, no el motivo para ser
nosotros los jueces de la historia,
diminutos seres por el tiempo sometidos.
Pasa el tiempo sin apenas darnos cuenta
de que una sombra sigilosa nos espera:
En cada esquina de cada beso.
En cada esquina de cada acera.
En cada esquina de cada muro.
En cada esquina de cada piedra
y en cada uno de los cuerpos vegetales,
y en cada uno de los niños de una escuela.
Pasa el tiempo
-a traves de los cristales-
de la casa donde mora nuestro pueblo
y a la iglesia, pasa el tiempo,
donde van nuestras edades
con el traje de una carne embadurnada
y hecha trizas
-apenas sujetando el esqueleto-
Pasa el tiempo bostezando en cada aurora.
Un mal día se detiene.
Se presenta.
Su tarjeta es un diploma a la ironía,
me la ha dado y la he leído.
No recibe… pero dice ser amigo nuestro.