El elixir de la imaginación

¿Deberíamos ser exigentes con nuestra imaginación?, ¿pedirle cuentas por los resultados obtenidos, cuando son adversos a nuestras pretensiones? La imaginación o el escritor, ¿quién limita a quién? Referente a este tema Ortega y Gasset escribiría: “soy un hombre que quiere ante todo ver y tocar las cosas y que no se place imaginarla.” Dejando a un lado el fondo irónico que pueda suscitar la frase. Ortega utilizaría la imaginación para anteponerse al porvenir de sus obras y así ampliar la representación de todo lo percibido, con anterioridad a aquellas.

Con el poder de la imaginación podemos trasladarnos en un santiamén a multitud de lugares terrenales y a las cosas que, precisamente, por hallarse materializadas podemos ver e incluso tocar; pero también la imaginación puede hacer que viajemos a un estado de inercia, donde experimentemos nuestra propia gravitación corpórea y compartamos ¿por qué no? Una taza de buen café con el mismísimo Dios… Pero, evidentemente, en estos supuestos nuestro tacto se quedaría al margen. En otras ocasiones, es la propia imaginación quien recurre a nuestro existir para hacernos revivir experiencias tomadas de otras ya vividas con anterioridad: ahí comienza el devaneo: ¿de dónde y cuándo toma la imaginación esa referencia que, pasado un tiempo – a veces años – vuelve a mostrarnos? ¿Es la imaginación, un prototipo de conciencia con poder incluso sobre ésta?

Por otro lado, si la imaginación nos viene dada por ser seres racionales, ¿cómo en los seres dominados irracionales, también se da este fenómeno? Para el escritor todo este meollo no es más que un tinglado de conjeturas a que llega el pensamiento de quien tenga inquietudes literarias serias de índole creativo, pues bien sabido es que no sólo ha de tener talento, también es necesario un nivel óptimo de imaginación. Vamos a llenarnos de imaginación – siendo dadivosos – donando un alma a la imaginación del escritor, para poder entrevistarla ya que, aunque no evidente, si suponemos una en él.

Escritor.- Deducir quién otorga más poder, si el autor a la imaginación o ésta al autor, es un dilema que me corroe, pues la imaginación nos viene dada con tanta espontaneidad que, en ocasiones, no sabemos hacia qué lado se inclina la balanza. Llega un momento en la obra que, el autor se pregunta si es el actor el preguntado o viceversa.

Imaginación.- El poder, en la creación literaria, se me antoja una utopía que se interfiere en la razón de quien ejecuta la obra. En mí no existe el poder, sólo imágenes que, puede o no coger el escritor para un determinado fin, y la espontaneidad con la que aparezco no se me debe reprochar. A fin de cuentas siempre estoy sometida a sus apariencias. Luego, es tan ridículo pensar en la existencia de un poder…

Escritor.- ¿Utilizamos la imaginación como la fórmula que se presta a facilitarnos una huida momentánea de nuestra realidad?

Imaginación.- Creo firmemente en ello. Es más, por naturaleza el hombre ansía tener tanta libertad como autonomía en su modo de pensar y obrar, si por cualquier circunstancia se viera privado de ello, recurriría a mí, ya que estoy muy por encima de la libertad individual y del pensamiento. ¿Cuándo se priva a la persona de la imaginación?

Escritor.- Prosistas, poetas, políticos ¿quién demanda más su auxilio?

Imaginación.- Siento muchísimo tener que decepcionarle ya que si tuviera  que responder a su pregunta, dándole unos valores, porcentuales genéricos, ninguno de éstos – ni aun sumándolos – alcanzarían el 40% cantidad similar a la demandada por la población infantil que obtendrían para sí, el mayor porcentaje, un 50% hasta hallarse en los trece o catorce años, edad en la que se desarrollan y experimentan otros procedimientos, por los que llegan a alcanzar lo que se pretende.

Por otro lado debe entenderse que la imaginación es la anfitriona universal, por excelencia, de todo animal tanto racional como irracional que requiera nuestro servicio, sin que por ello se nos cuelguen apelativos. Quiero decir con esto que, desde nuestro origen, aún conservamos nuestra vestimenta pura, nuestros flash los entregamos pulcros, claros y sin dilaciones. La imaginación, por lo tanto, no es política, ni poética, ni se casa con filósofos ni es afín a una u otra religión.

Y ahora sí, contestando a su pregunta, le diré que, la utilización que hacen prosistas y poetas, en cuanto a tiempo imaginativo que solicitan, viene a ser similar. Sin embargo, puedo dar fe de que el poeta vive más ceñido al estado imaginario que el prosista, quien “vive” más la imagen. Respecto a la demanda del político, cabe destacar que lo hace con un escepticismo claro y contundente, si bien nos viene, generalmente, condicionado a unas pretensiones un tanto sinuosas, por lo que – para que me entienda – este tipo de imaginación se cobra otros valores diferentes a los expuestos con anterioridad.

Escritor.- Tengo entendido que no en todas las ocasiones aparece cuando es requerida ¿A qué se debe?

Imaginación.- No es un tema preocupante, aunque sí digno de estudio. Sucede en estos casos con muy poca frecuencia y viene a darse en individuos con algún tipo de problema psicológico, aunque mínimamente trascendente para sus relaciones sociales. En los animales irracionales afecta en la misma proporción, sólo que sus manifestaciones son más palpables y espontáneas, debido en parte a una falta de razón. De todas maneras la imaginación está siempre en su puesto esperando la llamada y me extraña su incomparecencia. ¿No será que el demandante obtiene más beneficio de otras imaginaciones menos ficticias?

Escritor.- Sí, pero… yo mismo he recibido y no sólo una vez, imágenes concretas sobre mi muerte, lo que no pondrá en duda, desconozco. Sin embargo, sabemos que existe.

Imaginación.- No me ha entendido. Usted puede recibir varias imágenes sobre su muerte pero, no necesariamente ha de ser del modo que lo recibe. Por otro lado, usted puede rechazar, tantas veces como lo crea necesario, las sucesivas imaginaciones ofrecidas hasta quedarse, finalmente, con la elegida; no sucede lo mismo cuando se vive en un estado de sueño. Aquí la elección no se permite, por lo que hemos de quedarnos con lo soñado. Pero, mejor no entremos en este terreno donde intervienen factores y otros elementos, como el subconsciente.

Juan Camacho

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