Dos almas gemelas

Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer pueden ser considerados espíritus afines diferenciados, si acaso, por sus naturalezas estéticas

Hoy alterno dos libros con los que entretengo mi tiempo de ocio. Dos libros que asomo a esta tarde de lluvia y frío. Dos autores ya consagrados, a los que el tiempo, debería pedirles perdón. Dos almas gemelas, diferenciadas si acaso, por sus naturalezas estéticas: Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer. Poetas. Después de releer varias veces parte de las obras de estos autores, sigue produciéndose en mí una cierta crispación, un desasosiego, una incómoda sensación de impotencia frente a sus poemas; especialmente con aquellos que no omiten su origen biográfico. Tanto Rosalía de Castro como Gustavo Adolfo Bécquer, nacieron con la entraña adosada a la otra cara de la vida. Podría decir que, los ojos, fueron los órganos que se salvaron de la quema de brujas o akelarres.

Si en Bécquer se daba el amor por entero, todo él, desde su estado embrionario hasta alcanzar, no lejos de sus pupilas, la forma. Rosalía hurgaba en la trastienda de la ciencia para poder dotar al amor de sabiduría, de sensibilidad y de palabras nítidas.

Hicieron del amor, el prototipo de persona deseada por todas las sociedades habidas y por haber. Un amor que, el tiempo, ahogaría en ellos mismos. (Tal fue el volumen de poder dado a este personaje). Después vendrían toda una fauna de desesperanzas, críticas, zarpazos y desconsuelos.

Tuvo, Rosalía de Castro, entre las múltiples desgracias que la acaecieron en su corta vida, una de índole literaria que marcó su existencia literaria  y estuvo a punto de condicionar la lengua en la que plasmó los sentimientos humanos.

Fue con motivo de unos artículos enviados en 1881 a un prestigioso diario madrileño, donde la autora de En las Orillas del Mar narra bajo el título Costumbres Gallegas un antiquísimo fenómeno que se daba en Galicia y de carácter hospitalario:  “Entre algunas gentes tienese allí por obra caritativa y meritoria el que, si algún marino por largo tiempo sin tocar a tierra llega a desembarcar en un paraje donde toda mujer es honrada, la esposa, hija o hermana pertenecientes a la familia en cuya casa el forastero haya de encontrar albergue, le permita, por espacio de una noche, ocupar un lugar en su mismo lecho. El marino puede alejarse después sin creerse en nada ligado a la que cumpliendo a su manera un acto humanitario, se sacrificó hasta tal extremo por llevar a cabo los deberes de la hospitalidad” (fragmento de la obra En las orillas del Sar)

Un gran revuelo periodístico se desató en contra del artículo y de su autora.

Rosalía recibió un golpe violento, negativo y cercano al odio, golpe que no quedaría sin respuesta. El coraje y amor propio de quien fue una de las personas que más hizo por la lengua gallega, unido al porcentaje de razón que tuviera su artículo, motivó en nuestra poeta no pocas reflexiones sobre, si seguir o no, escribiendo en su lengua natal y para Galicia alegando que el país que “así trata a los suyos no merece que aquellos que tales ofensas reciben vuelvan a herir la susceptibilidad de sus compatriotas con sus escritos malos o buenos”. (Fragmento sacado de una carta enviada por la poetisa gallega a su marido).

Así pues, el personaje llamado amor ya no tiene para Rosalía razón de ser, sin embargo, está ahí, donde siempre estuvo: en la brecha. Esperando, si acaso una mano amiga.

No sé bien si, en forma oral o escrita, pero la amistad a Rosalía le llega: (¿De Bécquer?) “Como un eco perdido, como un amigo acento / que sueña cariñoso el familiar chirrido del carro perezoso / corre en alas del viento y llega hasta mi oído / cual en aquellos días hermosos y brillantes / en que las ansias mías eran quejas amantes / eran dorados sueños y santas alegrías” (R. de C.)

Otro amor, el amor a su obra literaria, llegaría después de las manos amigas y de los ojos lectores de los artistas creadores Miguel de Unamuno, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, y Azorín entre otros, quienes resaltaron, en muchas ocasiones el valor que impregnaba la obra poética de la gallega Rosalía de Castro.

Gustavo Adolfo Bécquer. A menudo suelo, cuando releo los poemas de éste autor, rechazar de inmediato todo pensamiento vinculado a una relación íntima entre Bécquer y Rosalía; y sobremanera desespero porque éste enlace no satisfaga mi imaginación, pero son tan evidentes las razones como la falta de pruebas. Sin embargo, son tan similares algunos de los acontecimientos personales surgidos en ambos autores… que, permítanme dilucidar si hubo al menos, una relación fantasma.

Llámenla, relación fantasma o literaria. Llámenla correspondencia, como la habida por siempre entre el poeta y su lector. Llámenla, también, recíproca pero, con sus lecturas al sesgo, como defendiera en su día el ahora académico de la Lengua Víctor García de la Concha, en una conferencia sobre la obra de Antonio Machado el verano 1989 en Salamanca. Llámenla, si quieren: libre. Sí, libre y delicada como se mantiene una relación cualquiera entre dos personas.

Aun así, sabiendo sobradamente que todo escrito puede prestarse a infinidad de interpretaciones, les invito a viajar por las obras de estos dos autores para que juzguen si, en su caso, pudo o no haber un contacto, al menos literario pues, a ciencia cierta, no sé si lo hubo físico. (Me refiero a si se conocieron en persona).

Queda patente a nuestros ojos una alusión de Bécquer a esa relación fantasma.

“Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido, mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales”según consta en la dedicatoria que figura en el manuscrito del libro de los gorriones, según Rafael Montesinos, autor de su biografía.

Hipótesis: si dividimos la dedicatoria en dos partes tenemos:

1.- “Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido”

En esta frase se conjugan dos elementos importantes a destacar: la duda y el olvido. La frase por sí sola, no es capaz de generar interés alguno que sirva a nuestra hipótesis dado que, al ser humano, en general, le afecta sobremanera estos mismos problemas: no cabe pues, plantearse en este terreno que Bécquer fuera diferente.

2.- “Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales”.

Aquí, nos vemos obligados a subrayar tres palabras que, presumiblemente, están implicadas en nuestro estudio ya que habla de afectos, intuyo que íntimos ya que se reparten entre fantasmas y personajes reales.

¿A qué fantasmas y personajes se refiere nuestro poeta? Algunos de sus versos de la rima número XII, dicen:

“Dimos formas reales a un fantasma de la mente ridícula invención, y hecho el ídolo ya, sacrificamos en su altar nuestro amor”.

Cómo advertirá el lector, jugamos con una de las múltiples interpretaciones a que puede prestarse.

Observen ahora este fragmento recogido del poema número 36 de Rosalía de la obra En las orillas del Sar:

“Muda de luna como siempre pálida mientras recorre la azulada esfera seguida de su séquito de nubes y de estrellas, rencorosa despierta en mi memoria yo no sé qué fantasmas y quimeras”

Se advierte en ambos poemas un cierto paralelismo en cuanto a la idea genérica que atribuye para sí, la palabra fantasma.

Los dos autores reconocen, pues, la existencia plural del susodicho fantasma al que Bécquer sitúa como una invención –no más– de su mente. Pasa de este modo, de un vocabulario sentencioso, primer verso, a otro ambiguo, segundo, como si quisiera al mismo tiempo ser y no ser; y acaba el poema destruyendo por completo la forma real de “su” fantasma.

En el fragmento de Rosalía, aunque son diferentes los símbolos escogidos, viene a sentenciar lo mismo, sólo que, el verso “Rencorosa despierta en mi memoria”incita a la reflexión.

Situemos a la autora escribiendo estos versos en la noche (Muda de luna).

Noche rencorosa que le hace llegar –según ella– los fantasmas que ya cobijara en su mente, lo que se deduce literalmente de la frase entrecomillada. Por otro lado, y siguiendo en torno a los versos de Rosalía y Bécquer, cabe preguntarse por qué pluraliza Rosalía la palabra fantasma.

Quizá, por la misma razón que Bécquer en: Dimos formas reales…

¿Qué interés tuvo en cambiar el original?

“Muda la luna y como siempre pálida / mientras recorre su desierto azul / rencorosa despierta en mi memoria / yo no sé qué fantasma con su luz”

(Observará el lector la diferencia, tanto en el contenido de las palabras usadas como en el singular de fantasma)

Reconozco en Gustavo Adolfo Bécquer un altísimo poder sobre los conceptos de orden natural que, después, desglosa en sustancia poética: sin embargo, acuso cierta rigidez temática en cuanto a la tendencia metafísica a que expone alguna de sus obras.

No se da este caso en Rosalía de Castro quien, para perplejidad nuestra, logra captar, con bastante frecuencia, la exaltación de la mismísima Nada que nos transfiere, fundiendo a su vocabulario la idea que recibe para ofrecernos en consecuencia, la posibilidad de un careo con su yo poético.

No en vano, Rosalía sufre en propia carne las desgraciadas consecuencias terrenales ante un dios tan inocente como insolidario.

Bécquer, no hurgaría en los registros de Dios hasta ese extremo para alcanzar las regiones donde habita la ira, desde la que cantara nuestra autora:

“Si al festín de los Dioses llegas tarde / ya del néctar celeste / que rebosó en las ánforas divinas / sólo alma triste encontrará las heces”

¿A qué recóndito lugar de la mente acudía Rosalía para manifestar su dolor?

“… y vosotros, en fin, cuyos recuerdos / son como niebla que disipa el alba / ¡Qué sabéis del que lleva de los suyos / la eterna pesadumbre sobre el alma!”

Dos fuerzas de igual intensidad, pero con distinto origen, parecen ubicarse en las plumas artesanales de estos dos autores. Dos fuerzas que convergen hacia un mismo destino: la muerte.

La muerte física que perciben (Gustavo Adolfo Bécquer quince años antes que Rosalía de Castro) sin apenas reparar en su indumentaria, y a la que erigen monumentales palabras…

Otra muerte con modos y maneras diferentes se adelantaba a ésta, restando trocitos de vida a nuestro poeta sevillano: la infidelidad de su mujer, Casta Estaban, en el verano de 1968. El dolor del poeta se hace palabra:

Rima XVI

Cuando me lo contaron sentí el frío / de una hoja de acero en las entrañas / me apoyé contra el muro y un instante / la conciencia perdí de donde estaba/.

Cayó sobre mi espíritu la noche / en ira y en piedad se anegó el alma… / ¡Y entonces comprendí por qué se llora / y entonces comprendí por qué se mata! / Pasó la nube de dolor… con pena / logré balbucear breves palabras…/

¿Quién me dio la noticia?…

Un fiel amigo…/ ¡Me hacia un gran favor!… Le di las gracias, …

Y la muerte de su hermano Valeriano, 1870. “Valeriano, Valeriano, ¡qué solo me has dejado!…

Puede que el siguiente fragmento de un poema, perteneciente a Rosalía de Castro tuviera algo que ver con esta expresión de Bécquer:

“Pensaba que estaba solo / y no lo estuvo jamás / el forjador de fantasmas / que ve siempre en lo real / lo falso, y en sus visiones / la imagen de la verdad”.

Casado del Alisal y Bécquer. El próximo día 22 de diciembre de 1991, se cumplen 121 años de la desaparición de Gustavo Adolfo Domínguez Bastida (por su verdadero nombre). Hubiera desaparecido, con él, sus obras, a no ser por un íntimo amigo suyo llamado: José Casado del Alisal, natural de la localidad palentina de Villada.

Este gran genio de la pintura fue quien sugirió la edición de las obras becquerianas a sus amigos, edición que se llevaría a cabo y en la que participaría el entonces, ministro de Estado Manuel Silvela.

Así pues su herencia nos llegó de las manos amigas de éste hombre que, no en vano, luchó por alcanzar el cenit sin más ayuda que las palabras; eso sí, dejando en el aire, si acaso un hálito de esperanza al amor (epicentro de su obra poética) que para sí no tuvo.

Al morir Bécquer, las palabras quedaron huérfanas de música y de luz. Las golondrinas, ateridas, piaron su luto bajo la bóveda celeste, huérfana también de luz (en referencia al eclipse total de sol habido en Sevilla, media hora después de su muerte).

El sentimiento de duelo se generalizó a tal extremo que, aún hoy, siguen escribiéndose versos dedicados a tan ilustre poeta. Citar aquí los innumerables homenajes, publicaciones, esculturas, etc… que se le hicieron sería imposible pero, ya que tratamos de dos poetas, vamos a hacer referencia a unos versos de Rosalía que, intuyo, fueron para Bécquer.

“Tornó la golondrina al viejo nido/ y al ver los muros y el hogar desierto/preguntole a la brisa: ¿Es que se han muerto? / Y ella en silencio respondió: ¡Se han ido/ como el barco perdido/ que para siempre ha abandonado el puerto!”

Existe – bajo mi criterio lectivo – una alusión poética de Rosalía de Castro al tercer verso de la rima XVI (me apoyé contra el muro…) donde la palabra muro es utilizada por ésta para comunicar el drama que representa el desértico muro para la golondrina. Rosalía nació para servir a la muerte. No fue lo suficientemente atendida por la vida. El apoyo que le brindó la escritura fue su riqueza. la válvula de escape que todo ser humano necesita para resistir las inclemencias de tipo familiar, social, laboral e incluso espiritual. Rosalía de Castro se abandonó a Dios, tantas veces como Dios a ella y, si algo hay que reprocharle es, el poco tiempo, como Gustavo Adolfo Bécquer, que estuvo entre nosotros haciéndonos partícipes de su arte.

No ha sido mi intención, en ningún caso, levantar falsos testimonios contra ninguno de los dos escritores, poetas admirados. Mi respeto a su condición humana y obra es incuestionable y no tiene horizontes ni límites.

Juan Camacho

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