Cuando en Centroamérica apremia y florece aun sin recursos el desorden, nuestra imaginación es llevada de la mano inmisericorde de la duda a la desconfianza y perdemos el don que hace que seamos quienes somos. Nos queda entonces, la fe, la esperanza de que a esos pueblos llegue entera nuestra más enérgica solidaridad. Los componentes de las O.N.G. trabajan con el ahínco que su entregada conciencia es capaz de darles.
Leer sus quehaceres diarios, saber de sus riesgos o simplemente cotejar su dedicación y sacrificio a favor de esa latina sangre, cruelmente agitada por la madre naturaleza, frente a un vaso de café matutino y sentirnos indiferentes, ya dice mucho de nosotros.
Aun habiendo aportado, según nuestra disposición y recursos, la cantidad pertinente somos portadores, por arraigo ancestral, de ese hábito inconformista y desconfiado que, en más de una ocasión, nos hace no-ser incitándonos a reflexionar.
En este proceso de rabia incontenida, preguntas, deducciones y conjeturas nos asaltan, y en tanto, denunciamos su racanería al poder centralista de todos y cada uno de los Estados del mundo que quedaron fuera de las fauces del huracán Mitch. Así al mismísimo Vaticano –cuyo poder es sobradamente conocido– por no elevar al tiempo que con sus rezos las almas, la despeñada moral de los que aún siguen vivos.
Trágico preámbulo el de la vida para la muerte en este oasis existencial donde la riqueza comparte sólo terreno con la miseria.
Sólo el hombre podría cambiar, si no en todo, en buena parte las consecuencias de este desagradable infortunio, pero los buenos deseos nacen reñidos con los intereses de cualesquiera propósitos, y como si de un negocio la ayuda se tratara, surge la pregunta: ¿A cambio de qué?
No en vano siempre quedará, en unos, la práctica del buen samaritano para utilizarla como salvoconducto frente a la liturgia de los que ostentan los diferentes símbolos cristianos creyéndose, por ello, más solidarios que los demás. Como quiera que sea, España ha sido el país que más solidaridad ha vertido sobre Centroamérica contrarrestando, en gran medida, esa insolidaridad que deambula entre consciente e inconsciente por los aledaños del devastador huracán Mitch.
Solidaridad, hermosa palabra que lo humano hermana.
Juan Camacho. Escritor y cofundador de Ibai Literario.