CASA LORO

Hace unos días y por teléfono recibí la invitación de mi amigo Eusebio Loro para que acudiera a su estudio a grabar unos poemas de mi libro “Y volverá el hombre” y fue el pasado martes, dos de agosto cuando acudí a su tierra natal, Daimiel (Ciudad Real). Este hombre es un hacedor de arte pictórico contemporáneo que lleva impreso en su alma poética los colores con los que dota de personalidad propia el difícil arte de su pintura, y de su honestidad nace el sello que lleva y lo define como artista, si bien se autodefine como artista polifacético por abordar los diferentes registros culturales que profesa. Hace un año nos presentaron en uno de los eventos culturales que se organizan por tierras manchegas —Villanueva de los Infantes— y desde el primer día tuve la sensación de que su amistad no me defraudaría como he podido comprobar a lo largo de este año. Marcaba el reloj las 13 horas cuando llamé a la puerta de “Casa Loro” bajo la insolencia de un abrasivo calor llegado de las entrañas de un sol tremendamente cabreado cuando una sonrisa, de oreja a oreja, me recibe con la ilusión que le es propia a la juventud y el cariño que se le presupone a la amistad. El sombrío portal que preside la entrada a su casa reguló, de inmediato, mi calenturienta piel tostada recuperando gran parte de mi integridad en tanto le seguía por los pasillos donde varias estancias guardaban un preciado tesoro, rebosante de colorido y maestría. Los cuadros se apilaban contra las pardes en sentido vertical unos sobre otros, los que estaban colgados apenas sí dejaban espacio entre cuadro y cuadro y la temática se multiplicaba a mi paso mostrando la capacidad creativa de un artista polifacético. Su cálido recibimiento a mi persona y la calidad de su extensa obra me impactaron de tal modo que asistí a una de esas clases en las que el interés del que atiende lo hace desde el silencio más absoluto ante el maestro que domina la jerga, en este caso de la pintura y los pinceles. Agradecido por sus explicaciones me invitó a recitar los poemas a los que puso música y grabó. Tras una comida en un restaurante cercano y una sobremesa cargada de optimismo, nuestra amistad quedó fortalecida con un abrazo.

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