AFÍN A NADA
Afín a nada.
Ni al estrafalario resultado de la imaginación,
a fin de cuentas, me dejo llevar, como todos,
por un insignificante signo aritmético.
Si de la resta hablo, me condena la suma,
si de la multiplicación, la división…
Se me quiebra la vida y no hay teoremas que la simplifiquen
pero me queda la fe y la artificiosa palabra,
donde el endecasílabo y el heptasílabo
tropiezan con el álgebra.
Matemática pura y defunción.
Para hablar de la relatividad
me invento otra ecuación:
¿Qué sería del más abstracto de los pensamientos
si la suma de uno más uno no fueran dos?
Afín… ¿A qué?
Y en silencio asisto, una vez más,
a esta ineludible interrogación.