Abril herido

Nos queda el recuerdo de un mes de abril adherido al incesante estruendo del marcapasos secuencial del tiempo. Se ha marchado como hemos de ausentarnos nosotros dejando, si acaso, un rastro de nuestro deambular por esta figura geométrica y rotatoria donde todo genera interés y aparecen, porque así lo queremos, muestras de nuestro quehacer cotidiano perfilando opiniones y actitudes que pueden o no hacernos más humanos.

Un mes donde la palabra—una vez más— ha jugado un importante papel entre el desasosiego y el escepticismo generado por los acontecimientos inesperados en un siglo donde debería imperar, sobre todo, la calma y el sentido común. La palabra, esa vieja herramienta al servicio del pueblo, pero también de sus máximos representantes políticos, sigue evidenciando con fidelidad pasmosa los inefables acontecimientos diarios cargados de tantas verdades como mentiras.

Algunas personas de esta generación, representada por aquellos niños que engendraron nuestros padres, se están alzando contra la naturaleza del ser humano creando con su actitud y despotismo escenarios bélicos de antaño y profiriendo eslóganes insolidarios que provocan el desamparo y hastío de buena parte de la sociedad que sufre y sufrirá, por tiempo indefinido, los efectos que conlleva todo silencio.

Las preguntas, sostenidas en el aire por los brazos invisibles de la esperanza, nos incita a ser más críticos con nuestras acciones y, sobre todo, con algunas de nuestras manifestaciones y deberían motivarnos a la reflexión: ¿hasta aquí nos han traído los libros?, ¿verdaderamente no hemos aprendido nada de la historia de la humanidad?, ¿a qué responde con su silencio la inmensa mayoría de nuestro mundo?

Quizá las respuestas a estas y otras preguntas las contesten, precisamente, los hijos de la generación actual que gobierna este mundo tan desarrollado y belicista. En tanto, la libertad se expresa en forma de palabra por las distintas convocatorias de la feria del libro donde el lector puede impregnarse de la ilusión de una vida en paz y armonía que, por desgracia, para el común de los mortales solo se evidencia en los libros.

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